Trabajo en una clínica dental, y el otro día vino una mujer de 90 años acompañada por su marido. El señor nos comentó que quería pagar lo menos posible por la prótesis de su mujer y pensé: ¿por qué no quiere invertir lo que tiene en hacerle la vida más fácil a su esposa? Cuando me pagó me dijo en voz baja: “No tenemos a nadie que nos ayude, ni siquiera el Gobierno. He ido a vivir con mi mujer a la residencia porque no me puedo permitir a nadie que la cuide, ni pagar un piso y una residencia a la vez, y mucho menos costear un centro que supere los 5.000?euros mensuales entre los dos”. Me quedé helada. Ahora todo tenía sentido. Sin ninguna ayuda, ¿cómo se puede pagar una prótesis nueva? Algo no va bien. Me sentí triste y me pregunté si en un futuro yo tendré los mismos problemas que esta pareja.