Además de un mayor riesgo de demencia, la pérdida auditiva también se asocia con un mayor riesgo de caídas, hospitalizaciones y uso de servicios médicos más frecuente, depresión e, incluso, un mayor riesgo de muerte.
Adultos mayores de 60 años concentran cerca del 60% de la pérdida auditiva moderada o incapacitante, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), dicha pérdida auditiva ha sido asociada con un deterioro cognitivo acelerado, lo que incrementa el riesgo de demencia en los adultos mayores con pérdida auditiva no tratada. Así, las personas con pérdida auditiva leve pueden registrar casi el doble de riesgo de demencia que aquellos con audición normal, y las personas con pérdida auditiva grave tienen casi cinco veces más riesgo, según se desprende de un estudio realizado en la Universidad de Melbourne (Australia).
De acuerdo con este trabajo, de los 12 factores de riesgo asociados a la demencia, potencialmente modificables identificados, la pérdida auditiva es el mayor; de hecho, representa un mayor riesgo que las enfermedades cardiovasculares y la diabetes.
Además de un mayor riesgo de demencia, según se destaca en dicho estudio, la pérdida auditiva también se asocia con un mayor riesgo de caídas, hospitalizaciones y uso de servicios médicos más frecuentes, depresión e incluso un mayor riesgo de muerte.
Oportunidad para su abordaje
La pérdida de audición suele comenzar a producirse muchos años antes de la aparición de la demencia, por lo que existe una oportunidad para abordar la pérdida de audición de manera temprana y, con suerte, frenar el desarrollo de la demencia asociada a la pérdida de audición.
La investigación, publicada en la revista ´Frontiers in Neuroscience´, comparó el rendimiento cognitivo de dos grupos de personas a partir de 60 años, que fueron seguidos durante tres años. Un grupo tenía pérdida auditiva y usaba audífonos mientras el otro grupo no lo utilizaba.
Dicho rendimiento cognitivo fue evaluado mediante juegos de cartas computarizados, comenzando antes de que se colocaran los audífonos y luego a intervalos de 18 meses, utilizándose solo instrucciones visuales para evitar resultados engañosos.
Después de tres años, el grupo de usuarios de audífonos mostró una estabilidad cognitiva general. Pero en comparación, el grupo que no usaba audífonos había disminuido significativamente en tres de las cuatro pruebas cognitivas.
La investigación concluye con que el uso de audífonos puede ser una importante estrategia de salud pública a gran escala para retrasar el deterioro cognitivo, ayudando a reducir o frenar la carga global de la demencia. "Aunque los audífonos no reemplazan la audición normal, el cerebro puede aprender a adaptarse a la información auditiva", según los investigadores.